Todo país tiene su propio animal simbólico, e Italia no podía ser menos. En este caso es la loba y tiene mucho que ver con la leyenda de la creación de la ciudad de Roma, sus fundadores Rómulo y Remo y el animal que los amamantó cuando fueron abandonados.

Según la historia, Ascanio, hijo del héroe troyano Eneas, fundó sobre la orilla derecha del río Tiger la ciudad de Alba Longa. Pero no fue hasta varias generaciones después, con los hermanos Numitor y Amulio, que comenzó la verdadera fábula del origen de la capital italiana.

Amulio cegado por su codicia de gobernante, destronó a Numitor para hacerse con el poder y condenó a la hija de éste a no tener descendencia, convirtiéndola en sacerdotisa de la diosa Vesta para que permaneciera virgen.

Pero de poco le valió, ya que Marte, el dios de la guerra, fecundó a Rea Silvia -la hija de Numitor- y la bendijo con dos hijos mellizos: Rómulo y Remo. Cuando nacieron, para ser salvados de las garras de Amulio, fueron arrojados al río Tiber.

Una loba que se encontraba a las orillas del río bebiendo agua, al ver a los dos bebés en una cesta decidió amamantarlos. Luperca, que así se llamaba la loba, se llevó a los hermanos a su guarida en el Monte Palatino y los cuidó hasta que un pastor los rescató y los crió junto a su mujer.

Cuando los mellizos se hicieron adultos, fundaron una ciudad en la ribera derecha del Tíber, donde fueron encontrados por la loba Luperca. Se dice que, aunque sea una leyenda, la madre adoptiva humana podría haber sido Luperca, dado que, en latín, lupa significa loba y prostituta. Pero dejando el doble sentido de la palabra, continuemos con la leyenda fantástica de cómo se edificó la ciudad de Roma.

Pues bien, Rómulo y Remo, discutieron sobre el lugar exacto para fundar la ciudad y lo dejaron en manos de los dioses. Rómulo, quería llamarla Roma y edificarla en el Palatino, sin embargo, Remo quería fundarla sobre el Aventino y llamarla Remora.

Ambos se colocaron en sus lugares elegidos esperando que una señal divina les guiará.

La mañana del 21 de abril del año 753 a.C, Rómulo, vio sobre el cielo doce buitres volando sobre su colina y Remo sólo vio seis, por lo que los dioses ya habían escogido la ciudad.

Rómulo, delimitó la ciudad cavando a su alrededor, y juró que mataría a quien lo traspasará. Remo, consternado por la decisión de los dioses, cruzó los límites de Rómulo y este lo mató, quedando como único primer Rey de la futura Roma.

Con la muerte de su hermano puso de manifiesto su promesa: Roma sería una ciudad perfecta y sus fronteras no tendrían fin. Convirtiéndose así en un gran imperio con una oscura ‘maldición’, ligada a lo largo de la historia a continuas Guerras Civiles, asesinatos y traiciones.

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